Dos de los temas que más preocupan a quienes trabajan en el ámbito medioambiental son la caza furtiva y el tráfico ilegal de especies, que causan un gran impacto en muchas poblaciones animales que se encuentran al borde de la extinción y ponen en peligro el equilibro de las sociedades en que se realizan estas prácticas.
Con el objetivo de poner fin a este problema, la ONG WWF ha puesto en marcha una campaña para pedir a los países que tomen medidas que contribuyan a reducir la demanda de productos de especies protegidas y mejoren el cumplimiento de la ley ya que, según la ONG, aunque existe legislación que protege a especies como el elefante, el tigre o el rinoceronte, los gobiernos no están realizando los suficientes esfuerzos para garantizar su cumplimiento.
Los datos aportados por WWF son desoladores: se calcula que más de 250 rinocerontes han sido masacrados este año para extraer su cuerno, sólo quedan 3.200 tigres en estado salvaje y decenas de miles de elefantes protegidos son matados cada año para obtener su marfil.
La caza furtiva se da especialmente en África occidental y el sudeste asiático, donde últimamente está cobrando un gran auge, y su finalidad es muy diversa: desde quien quiere tener este tipo de animales como máscotas exóticas, hasta los que los pretenden explotar en circos u exposiciones, pasando por el tráfico de pieles, huesos, colmillos u órganos para su empleo en medicina tradicional china, vestimenta o decoración.