Trasgénicos,
sí o sí. No nos dejan opción, parece. La Comisión Europea así lo impuso
la semana pasada cuando decidió aprobar, pese al rechazo de la mayor
parte de países miembros, el cultivo de un nuevo maíz transgénico en
Europa: el TC1507 del grupo Pioneer-DuPont. Los votos en contra de 19
países, de un total de 28, en el Consejo de Ministros de la Unión e
incluso el rechazo mayoritario del Parlamento Europeo de poco sirvieron.
La Comisión argumentó que la mayoría contraria alcanzada en el Consejo,
al no ser cualificada, era insuficiente para dar carpetazo a la
propuesta. Así funciona la Comisión, que usa dicho mecanismo para
imponer medidas impopulares. ¿Quién manda en Europa? ¿Los ciudadanos o
los lobbies?
La
Unión Europea, de hecho, permite ya el cultivo de transgénicos. En
concreto, el del maíz MON810 de Monsanto. Un maíz modificado
genéticamente, al que se le introduce el gen de una bacteria que le
lleva a producir una toxina, conocida como Bt, que lo hace resistente al
taladro, permitiendo combatir esta plaga. Sin embargo, muchos de los
países miembros, como Francia, Alemania, Austria, Grecia, Irlanda,
Polonia, Italia, Hungría…, lo prohíben. Informes científicos advierten
de su impacto en el medio ambiente y señalan claras incertidumbres en
la salud, entre otras cuestiones. Prima, en dichos países, el principio
de precaución: si las consecuencias de un acto pueden ser negativas e
irreversibles, no se lleva a cabo hasta que se adquieran los
conocimientos científicos necesarios para evitarlas.